En la mitología guanche, el Teide era la casa de Guayota, el demonio, que cuando se enfadaba, convertía su ira en temblores de tierra y humaredas capaces de ocultar a Magec, el sol.
En su furia, lanzaba bombas pétreas y coladas de lava incandescente, aunque, al final, siempre vencía Achamán, el Ser Supremo, y todo volvía a la calma.
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La leyenda guanche que explica el Teide
Los guanches ya habitaban la isla cuando se formó el cono de color blanquecino que actualmente corona la cima del Teide, y ver esa erupción debió impactarles tanto como para convertirlo en el hogar de su demonio particular.
Sin embargo, los abundantes restos de refugios y cerámica aborigen demuestran que, ya en tiempos prehispánicos, la cumbre de la isla era un espacio muy visitado.
¿Por qué? ¿Qué podían encontrar aquí que les mereciera la pena superar sus miedos?
(Si quieres saber más sobre la leyenda de Guayota en este vídeo te la contamos:)
Para la población guanche el Teide era un infierno necesario
Desde el norte y el sur de la isla, cada verano, buena parte de la población guanche, hombres, mujeres e infantes, abandonaba sus poblados en las medianías de la isla, dejaban atrás el buen clima y el agua de los barranquillos, y subían a pasar varios meses en pequeños refugios de piedra. No era para hacer turismo, llevaban con ellos a sus rebaños de cabras.
En el estío, los pastos de la costa se secan, pero en la cumbre, las retamas, los codesos y todas las otras plantas de altura, mantienen su verdor. Por eso, para que el ganado pudiera sobrevivir, lo conducían por diferentes rutas hasta el interior del circo de montañas que rodea el Teide, para que así pudieran alimentarse hasta que cayeran las primeras lluvias en las zonas bajas de la isla y brotara de nuevo el pasto.
Titanes de las cumbres de Tenerife
Sin crema labial ni protector solar, con apenas algunos nacientes de agua que iban menguando según avanzaba el verano, sin forros polares ni chaquetones acolchados para pasar las frías noches, sin zapatos con buenas suelas ni el vehículo esperando en el aparcamiento, a la población guanche no le quedaba otro remedio que buscarse la vida para sobrevivir.
A veces sucedían accidentes y enfermedades y morían en la cumbre. Qué mejor homenaje que sepultar a sus familiares queridos en las pequeñas oquedades de los roques, con sus pieles y abalorios.
Entre las coladas de lava, tenían localizados escondrijos donde guardar vasijas de cerámica de un año para otro, que servían de depósitos de agua durante sus estancias. Muchas de esas piezas se han descubierto intactas en épocas recientes.
En una isla sin metales, la dura, negra y brillante obsidiana era un excelente material para la confección de herramientas de corte. En el Parque Nacional del Teide se encuentran numerosos enclaves que funcionaron como talleres aborígenes de extracción y corte de piezas de este vidrio volcánico.
Tras la conquista, la resistencia guanche, los llamados “alzados”, sobrevivieron como forajidos, escondidos entre los riscos de la alta montaña, durante al menos dos generaciones. Pero también, los nuevos señores de la isla sacaron partido de los conocimientos de los pastores guanches vencidos, que continuaron viniendo en verano con los rebaños, por el mismo trazado de los caminos de antaño. Muchos refugios prehispánicos se reaprovecharon por los nuevos pobladores.
El nombre de las Cañadas del Teide proviene de estos usos ancestrales, ya que una cañada es un pasillo entre montañas por donde se realiza la trashumancia o traslado del ganado de las dehesas de invierno a las de verano y viceversa.
Y este esfuerzo titánico de raíces guanches siguió realizándose hasta mediados del siglo XX, cuando la cumbre fue declarada parque nacional.
La ocupación humana prehispánica en el Teide es un legado a respetar
Los yacimientos arqueológicos siempre han despertado la curiosidad y el afán coleccionista. Durante siglos fueron saqueados, destruyendo la importante información que contenían. Buena parte del legado aborigen se ha perdido para siempre.
En los últimos cien años, la práctica arqueológica es más cuidadosa y sigue un exhaustivo método científico de inventario y excavación para no extraviar ni un dato más sobre nuestro pasado.
El rico patrimonio arqueológico del Parque Nacional del Teide está estrictamente protegido. Si descubres cualquier resto que te llama la atención, no lo muevas, no lo transformes. La forma en que se encuentra contiene una información de mucho valor. Comunícalo cuanto antes al personal del parque. Así, tú también formarás parte del equipo de protección del patrimonio del Teide.
¡Tod@s somos #Teidelover!
Artículo redactado por María Mengual, consultora y divulgadora de nuestro patrimonio.