El 18 de febrero de 2022 se cumple un año de la llegada a Marte, el amartizaje, del róver Perseverance.
Se trata de una misión de la NASA en busca de vestigios de vida extraterrestre en el pasado de nuestro planeta vecino.
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Como imaginarás, en la preparación de un proyecto tan ambicioso como este, no se puede dejar a la improvisación ni el más mínimo detalle. Una de las cuestiones a asegurar era que el robot pudiera moverse por el terreno marciano y enviar datos atmosféricos sin demasiada distorsión.
Para lograrlo, un modelo del Perseverance de Marte se probó en el Parque Nacional del Teide, cotejando los datos de radiación, viento, temperatura, humedad y cantidad de partículas de polvo que el róver recogía con los de los certeros aparatos de medición climática que existen en el Parque Nacional.
Así se afinaron sus sensores para que la información enviada desde Marte tras el aterrizaje del Perserverance fuera lo más exacta posible.
Las características extremas del clima del Teide fueron un ambiente ideal para poner a prueba la tecnología en unas condiciones análogas a las de Marte. Después de un año por tierras marcianas, el róver de la Nasa Perseverance ha demostrado que su entrenamiento resultó efectivo, haciendo honor al significado de su nombre.
No es ninguna novedad que el Teide se considere un lugar excepcional para realizar investigaciones científicas.
Desde el siglo XVII sus singularidades climáticas y biológicas han sido un reclamo y una oportunidad para el desarrollo de la ciencia.
En 1799 el famoso geógrafo Alexander von Humboldt pasó una semana en Tenerife de camino a explorar el continente americano. No desaprovechó la oportunidad en esa corta estancia para realizar una ascensión al pico del Teide, partiendo del Puerto de La Cruz.
Durante el recorrido, le llamó la atención cómo la vegetación iba variando claramente desde la costa hasta la cumbre. Esta observación fue su primera fuente de inspiración para fundamentar su teoría geobotánica:
Humboldt fue pionero en afirmar que las plantas se ordenaban en comunidades o pisos según la altitud, debido a las diferencias en temperatura, presión, etc.
También la calidad del cielo nocturno del Teide ha sido un imán para los científicos, atraídos por las alabanzas que leían en las crónicas de los viajeros.
Eso fue lo que le ocurrió al escocés Charles Piazzi Smith, que decidió, en 1856, dedicar su luna de miel a viajar a Canarias, pero no para tomar sol en la costa, sino para buscar el lugar donde instalar el primer telescopio de las cumbres de Tenerife, sobre la cima de la montaña Guajara y, posteriormente, desplazarlo aún más arriba, a un lugar denominado Altavista, en la mitad de la ladera del Teide.
El renombre alcanzado por esta y otras iniciativas desembocaron en lo que hoy es el Observatorio del Teide, en Izaña, uno de los más importantes del planeta.
El cumpleaños del Perseverance nos sirve de recordatorio de lo que el Parque Nacional del Teide ha aportado, aporta, y aún le queda por aportar a las ciencias, desde la arqueología a la ecología, con especial relevancia en los últimos años en el estudio del cambio climático.
En la actualidad, la entidad Teleférico del Teide da soporte técnico y apoyo a varias líneas de investigación sobre vulcanismo, calidad ambiental y clima.
Cuenta con una red de estaciones meteorológicas, con algunas de las instalaciones a mayor altura del territorio nacional, para la toma de datos que se encuentran a disposición de la comunidad científica
Para normalizar los acuerdos y convenios que mantiene Teleférico del Teide con instituciones científicas como el Instituto de Astrofísica de Canarias, la Agencia Nacional de Meteorología y la Universidad de La Laguna, entre otras, surge Teidelab, un proyecto marco que persigue difundir y promocionar los valores del Parque Nacional del Teide a través de la creación de contenidos de divulgación cultural y científica.
A continuación puedes admirar en el siguiente vídeo de presentación una pequeña muestra de este fantástico proyecto:
En tu visita al Parque Nacional del Teide podrás llegar a creer que estás explorando otro planeta. La variedad de formas y colores volcánicos, desde las arenas de piedra pómez de las Minas de San José hasta los filos cortantes de la negra obsidiana, te evocarán otros mundos.
Y cuando cae la noche, la densidad de estrellas es tal, con la vía láctea cruzando el cielo sobre tu cabeza, que te parecerá una panorámica desde la ventanilla del transbordador espacial.
Artículo redactado por María Mengual, consultora y divulgadora de nuestro patrimonio.